Estamos ya ante un nuevo tiempo, en el que los vascos nos enfrentamos a difíciles retos: la economía, en primer lugar, pero también la paz y la convivencia, y el autogobierno, y la ciudadanía ha confiado con claridad a Iñigo Urkullu y al PNV el liderazgo de este país para el duro inicio de ese nuevo tiempo.
Urkullu ha transmitido, de manera creíble, confianza, seguridad y honestidad, con proyecto y rumbo claros. Ha surgido con fuerza un líder social con los pies en el suelo, y que ya desde la noche electoral se ha situado al frente de la sociedad plural, ofreciendo y reivindicando grandes acuerdos entre todos.
Se ha puesto fin al partido cuyo primer tiempo se jugó en las elecciones municipales y forales de 2011, en las que se produjo el seísmo de Bildu, aunque con victoria del PNV, revés guipuzcoano incluido. El segundo tiempo del partido fue el de las elecciones generales de hace menos de un año, en las que el PNV aventajó a Bildu + Aralar en 40.000 votos, y todo apuntaba a que la pugna por la lehendakaritza sería entre PNV y EHBildu. El PNV ha finalizado el partido con una diferencia de más de 100.000 votos, 9 puntos y 6 escaños. Ha ganado en Bizkaia y Araba, y remontado espectacularmente en Gipuzkoa.
Tras la incontestable primacía del PNV, la coalición EHBildu ha visto ensombrecido su buen resultado global por la enorme ventaja que le ha sacado el PNV, y especialmente por el duro revés sufrido en Gipuzkoa, donde la izquierda abertzale ejerce responsabilidades de gobierno. El de Gipuzkoa era, según Mintegi, el modelo a exportar, pero se han puesto de manifiesto los límites de la izquierda abertzale y su estrategia de acumulación de fuerzas: ha perdido miles de votos y el PNV le ha empatado, recuperando nada menos que doce puntos en menos de un año. Lo sucedido en Gipuzkoa, y especialmente en Donostia, donde gana el PNV y la izquierda abertzale pasa a ser la tercera fuerza, marca una tendencia descendente. Ha caído el mito de la imbatibilidad de la izquierda abertzale en Gipuzkoa. El PNV, situado inequívocamente en la centralidad, con un mensaje basado en su modelo de gestión y nítidamente diferenciado en cuanto al modelo social, la gestión institucional y la cuestión nacional –“no solo es el qué, también es el cómo, y eso nos diferencia”, afirmó Urkullu en el debate televisado–, ha sido capaz de recuperar terreno hasta situarse de tú a tú ante EHBildu en “su feudo”.
Cabe suponer que el PSE no albergará ya dudas: el acuerdo con el PP ha sido probablemente su mayor error estratégico de los últimos años y en realidad le ha llevado a desperdiciar la oportunidad de constituirse en alternativa al PNV. La mayoría de la ciudadanía nunca ha aceptado aquel pacto urdido simplemente para desplazar a un PNV que había ganado las elecciones con diferencia. Los vascos han suspendido a López –uno de los titulares de la noche electoral ha sido que el actual lehendakari ha quedado en tercer lugar en su circunscripción– y a ambos partidos. El PP ha cosechado una flagrante derrota en Álava. Ni los recortes de Rajoy son un atenuante del mal resultado del PP –baste compararlo con el de Galicia–, ni el desnorte del PSOE explica el varapalo del PSE.
La situación, en palabras del próximo lehendakari, es de emergencia nacional, y requerirá el concurso de todos, grandes acuerdos y compromisos. Nuestro modelo social de bienestar debe ser repensado de forma consensuada para garantizar la sostenibilidad del sistema público de protección social sobre la base de la justicia social. Hoy se sabrá, en la reunión del Consejo Vasco de Finanzas –retrasada precisamente para no hacer público el estado de las cuentas antes de las elecciones–, el agujero que se va a producir en el presupuesto de 2012, como consecuencia del descenso de la recaudación, la no adopción de las consiguientes medidas de contención y un mayor déficit que el presupuestado por el Gobierno de López, así como las previsiones para 2013.
El hecho de que el PNV alcance la mayoría absoluta tanto con el segundo (EHBildu) como con el tercer partido (PSE), que ambos no sumen lo suficiente para hacer pinza al Gobierno, y que el cuarto partido (PP) gobierne una de las diputaciones son factores que propician una mayor capacidad de liderazgo de un Gobierno previsiblemente monocolor. Se dan las condiciones para que ese Gobierno ejerza con solidez su liderazgo desde la centralidad, desde el espacio transversal de la sociedad, en la hora de los grandes acuerdos sin exclusiones entre los partidos, entre Gobierno y diputaciones, entre las instituciones y los agentes económicos y sociales, entre el Gobierno Vasco y el Gobierno de España.
En efecto, la salida de la crisis, la paz y la convivencia, y el desarrollo del autogobierno requieren de esos grandes acuerdos. No es posible salir de la crisis sin crecimiento y la austeridad sin más nos asfixia, pero el crecimiento sostenible solo puede ser austero, lo cual exige mucho rigor en las cuentas públicas. La paz y la convivencia justas deben construirse de manera compartida y sobre bases éticas. La revisión autocrítica del pasado por parte de la izquierda abertzale será necesaria para que se abra paso la necesaria generosidad. Por último, el debate sobre un nuevo estatus político, además de legítimo y necesario, será inevitable incluso para PSE y PP, entre otras cosas porque autogobierno y bienestar son sinónimos. Tendrán que fijar posición ante la propuesta de desarrollo del autogobierno realizada por Urkullu, según un modelo propio de los vascos, un modelo gradualista que avanza paso a paso hacia más autogobierno, en claves de bilateralidad, de desarrollo de “estructuras de Estado” como el Concierto, que cabe extender a otros ámbitos, sujeto a pacto interno y a pacto con el Estado, a pacto abierto e integrador más allá de la aritmética parlamentaria, pero sin vetos, teniendo en cuenta la sociología de este país. Con los pies en el suelo, en efecto, pero por parte de todos, porque todos están interpelados.
El Correo – Diario Vasco: 2012-10-23