La nación vasca como suma

El Aberri Eguna nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre la nación vasca posible y deseable en la perspectiva del siglo XXI, en el contexto recentralizador del Estado español y de una Europa convulsa y en refundación, en la que debemos evitar quedar arrinconados.

Cabe distinguir dos formas de concebir la nación, y también la identidad: la concepción cívica o ciudadana y la etnicista-historicista. Mientras la primera sitúa en el centro de gravedad a la ciudadanía y su inherente diversidad identitaria, la segunda pone el acento en una determinada forma de “ser” vasco. La opción deseable de convivencia en una sociedad compleja como la vasca es, sin duda, la primera. Hoy no existe una identidad nacional pura e impermeable, y pretenderla sería contrario a la libertad. En consecuencia, el nacionalismo deseable es, en mi opinión, el nacionalismo democrático abierto e incluyente.

Construir nación significa, en primer lugar, edificar la cohesión social y cimentar la convivencia. Esto solo es posible integrando la policromía de la sociedad vasca; es decir, haciendo que la identidad vasca sea un lugar de encuentro del pluralismo identitario, político-ideológico, lingüístico, cultural y religioso de nuestra sociedad. Se trata de concebir la identidad nacional como proyecto que descansa en la libre adhesión de la ciudadanía, y de entender los derechos colectivos inherentes a la construcción nacional como acompañantes necesarios de los derechos individuales, que, de manera prevalente, deben ser preservados. No es posible, ni sería deseable en términos democráticos, construir la nación al margen o en contra de los derechos individuales. Se trata de utilizar la copulativa “y” en lugar de la disyuntiva “o” cuando nos refiramos a la identidad vasca, se trata de integrar la pluralidad y al mismo tiempo fortalecer el sentimiento de pertenencia a una comunidad nacional.

Construcción nacional y construcción social son las dos caras de la moneda. Porque la construcción nacional requiere atender unos valores en detrimento de otros –el nacionalismo democrático vasco, por ejemplo, ha optado por la libertad individual, la solidaridad, la cohesión, la igualdad de oportunidades, el europeísmo y el pactismo–. Y también porque nación es ciudadanía, no territorio. La unidad territorial, aspiración legítima y adecuada, no es imprescindible ni para la existencia ni para la perdurabilidad de la nación, ni tampoco lo es el decadente Estado-Nación. Es la voluntad nacional de las vascas y los vascos de hoy lo que hace posible la nación vasca, y la legitima. Por eso mismo la fortaleza de la nación vasca depende del grado de adhesión de la ciudadanía al proyecto nacional, adhesión que a su vez depende de la capacidad integradora de dicho proyecto. Así, el reiterado derecho de una colectividad nacional a decidir su presente y futuro es intachablemente democrático, sin limitar la voluntad ciudadana.

En este mundo velozmente cambiante, la sociedad vasca ha de hacer frente a nuevos desafíos para que Euskadi siga progresando y se haga con un lugar entre los países más avanzados. Ello exige acertar al enfrentarse a los retos de la economía, la innovación, la internacionalización, la tecnología, la reconstrucción de la convivencia sobre bases éticas, la gestión de la diversidad lingüística y cultural, la equidad, la nueva articulación territorial de España o la Europa en refundación. El autogobierno, gestionado en clave de bienestar, ha sido en estas tres décadas un eficaz elemento de cohesión. No obstante, a la luz del camino recorrido y de las nuevas necesidades y voluntades, el actual autogobierno y el pacto en que se sustenta requieren ser actualizados. La ausencia de violencia facilita, además, el ejercicio de la política con la participación de todas las partes afectadas en el horizonte de un nuevo acuerdo político.

A la hora de abordar la cuestión de un nuevo acuerdo político, adquiere especial relevancia no solo el qué, sino también el cómo. Si nos referimos al qué, el autogobierno vasco necesita un sistema bilateral de garantías efectivo de cumplimiento de lo pactado, así como la posibilidad de participar directamente en la construcción europea, incluida su vertiente económica, en tanto que titular de un sistema fiscal propio. Y si nos referimos al cómo, el dilema no es nuevo: pacto o unilateralidad. Un nuevo gran acuerdo político actualizador del autogobierno que siente las bases de la convivencia política en Euskadi y de sus relaciones con el Estado requiere, en primera instancia, un pacto interno de la sociedad vasca, un pacto integrador que concite una amplia mayoría política y refleje suficientemente la pluralidad identitaria de la voluntad ciudadana. Cuando se trata de establecer los grandes cimientos comunitarios, es la vía del pacto y del consenso, frente a dinámicas frentistas y fracasadas estrategias de acumulación de fuerzas, la que puede fortalecer la construcción nacional vasca.

A la luz de lo acontecido en España, ni siquiera el hecho de que un eventual gran acuerdo se sustente en una amplia mayoría es garantía de que prospere en el ámbito del pacto con el Estado. Pero, preservada la cohesión de la sociedad vasca, a la larga, un acuerdo que sea expresión de la voluntad ciudadana terminará por alcanzar indefectiblemente su materialización efectiva. En una sociedad democrática del siglo XXI, ni el ordenamiento jurídico ni la cicatería política de los poderes del Estado pueden condenar sine die la voluntad ciudadana a la alegalidad.

La construcción de la nación vasca no es, pues, tarea exclusiva de los nacionalistas, sino del conjunto de la ciudadanía vasca, porque la nación vasca, Euskadi, es y debe ser nación de ciudadanas y ciudadanos, sea cual sea la adscripción ideológica e identitaria individual. Cabe suponer que en el Aberri Eguna el nacionalismo democrático afirmará su propósito de liderar ese proceso de más autogobierno y de mayor calidad para Euskadi como nación europea.

 

El Correo + El Diario Vasco: 2012-04-05
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Acerca de Patxi Baztarrika

Patxi Baztarrika Galparsoro (Ataun, 1958). Filosofia eta Hezkuntza Zientzietan lizentziatua UPV-Euskal Herriko Unibertsitatean. 2005etik 2009ra eta 2012tik 2016ra, Eusko Jaurlaritzako Hizkuntza Politikarako sailburuordea. NPLDko presidentea 2015-2017ko tartean. Lehenago, eta gaur egun, Andoaingo Udaleko Euskara Zerbitzuaren arduraduna teknikari lanetan. Besteak beste, 'Babeli gorazarre' liburuaren egilea (2010).
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5 respuestas a La nación vasca como suma

  1. Pingback: Prentsa bilduma (2012-04-08) « Aberriberri bloga

  2. Aúpa Patxi
    Beleidade sozialdemokrata horiek kenduta, hita bat ere ez nuke aldatuko.
    Oso ondo azalduta herritarren/hiritarren nazi aren ideia.
    Zorionak.
    Iñako

    • Patxi dijo:

      Kaixo, Iñako:
      Pozten nau honetan (ere) zurekin bat etortzeak, benetan. Eta asko eskertzen dizut zure komentarioa.
      «Beleidade sozialdemokratak» direla-eta, jeje, betaurrekoen gainetik begira irribartsu imajinatzen zaitut hori idazterakoan, esan gabe gauza asko esanez, jaja. Nolanahi ere, badakizu… geure buruak besteak beste Popper-en nola-halako ikasletzat ditugunok errai berean atzematen ditugula sozialdemokrazia eta liberalismo politikoa (politikoa diot, besterik baita «ekonomikoa»). Ez dakit honetaz zer esango luketen ezker muturrekoei ere zerga kontuetan aurrea hartuz azkenaldian eskuin aldetik azaldu zaizkigun sozialdemokrata erradikalek.

  3. Barka ortografía, zuzentzaile automatiko madarikatuak!

  4. Pingback: La nación vasca como suma « Aberriberri bloga

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