Gesto o la sonoridad del silencio

A lo largo de 26 años Gesto por la Paz ha transformado su silencio contra la violencia en una sonora oda a la paz y a la primacía absoluta de la dignidad humana y la vida sobre cualquier ideario político. Ahora, con el cese de ETA, al clamor pacifista le ha llegado la hora de la celebración, el 11 de febrero, en las calles de Bilbao. Vislumbramos, por fin, un futuro sin ETA, porque entre todos hemos conseguido que la violencia de ETA, que ha violado la dignidad de las personas y ha despreciado la voluntad popular, doble la rodilla. Esa es la razón por la que Gesto por la Paz puede dar por finiquitada una de sus misiones principales: encauzar la protesta ciudadana contra la violencia ilegítima, de la mano del compromiso activo con la paz y la reconciliación sobre bases justas.

A la vista de ello, considero obligado expresar nuestra gratitud por la difícil –y, en momentos, arriesgada– labor de Gesto, y oportuno recordar los principios que han inspirado su trayectoria.

Gesto ha sido, desde su inicio en 1986 (aquel año ETA cometió 41 asesinatos), un aldabonazo en la conciencia de la ciudadanía vasca para que esta rompiera su silencio y pasividad ante la violencia. No olvidemos que ese silencio o mirar a otro lado de muchos constituía, junto con el apoyo más o menos explícito de una parte de la sociedad, el oxígeno imprescindible para la persistencia de una violencia que, además de vulnerar el derecho humano por excelencia –el derecho a la vida-, negaba la pluralidad y la libertad y pretendía derribar el marco democrático-institucional resultante de la voluntad popular. Gesto, como reacción ciudadana, se ha mantenido estrictamente en el ámbito de la ética, guiado por principios elementales como “el fin, por muy legítimo que sea, no justifica los medios”, o la máxima gandhiana según la cual “la paz no está al final del camino, sino que la paz es el camino”.

Son múltiples los factores de orden político, legislativo, policial y judicial que han contribuido al final de ETA, pero tengo la convicción de que su eficacia ha sido directamente proporcional al grado de rechazo a la violencia que ha sentido y expresado de manera creciente la inmensa mayoría de la ciudadanía. Al final, no han sido la democracia y la sociedad vasca las que han desistido, ha sido ETA la que, desasistida por la sociedad, se ha visto obligada a desistir. Y en ese proceso de implicación creciente de la sociedad, Gesto por la Paz ha sido cauce y líder al mismo tiempo. Gesto puede enarbolar con toda legitimidad la pancarta “lortu dugu”.

El camino recorrido por Gesto no ha estado exento de amenazas y agresiones. Los apoyos políticos y civiles de la violencia, encuadrados en diferentes organizaciones del MLNV, evidenciaban su intolerancia y naturaleza contraria a la libertad y al pluralismo cuando organizaban concentraciones frente a las concentraciones silenciosas promovidas por Gesto en exigencia de libertad para Aldaia, Ortega Lara u otros, o cuando amenazaban a quienes portaban el lazo azul que exigía la liberación de Iglesias, o cuando se manifestaban delante de las concentraciones de Gesto al grito de “ETA, mátalos”, o cuando llevaban a cabo agresiones físicas. La respuesta de Gesto ante la amenaza y el amedrentamiento era el silencio, un silencio que permitía sumar voluntades e ideologías diversas, un silencio tanto más sonoro cuanto mayor era el número de los congregados.

Es consustancial a Gesto su compromiso inquebrantable con los derechos humanos de todas las personas, su defensa de la firmeza contra el terrorismo, pero en estricta legalidad y respetando siempre los derechos humanos. Guiado por el principio “si la democracia mata, la democracia muere”, Gesto se ha opuesto activamente a las prácticas de tortura (ahí están sus posicionamientos públicos en los casos de Linaza, Urra, Galparsoro, Yanci o Romano, que yo recuerde ahora), trasladando sus denuncias incluso al Consejo de Europa, y ha exigido reiteradamente el esclarecimiento total de la trama de GAL, al tiempo que se ha mostrado enormemente crítico con el trato de favor que, vía indultos o política penitenciaria, se ha dispensado a condenados por torturas. Hace ya muchos años que se mostró a favor del acercamiento de presos a su lugar de residencia, y ha sabido simultanear su firme negativa a la impunidad por las acciones terroristas con la reivindicación de una política penitenciaria humanizada cuyo objetivo sea la reinserción.

Los principios en los que Gesto ha sustentado su actividad en estos 26 años poseen total vigencia, y podrían guiar la tarea de consolidar la paz. Aun a riesgo de simplificar, me atrevería a resumir en dos, aquí y ahora, tales principios: uno, deslegitimación social y política de la violencia con fines políticos, asumiendo que su uso no es, ni ha sido, justificable, sencillamente porque no todo vale, y porque así como la violencia no debe ser argumento para impedir la superación de los conflictos políticos, tampoco existe conflicto o contexto político que justifique, ni siquiera atenúe, el horror que ha supuesto la violencia, sobre todo para las víctimas, pero también para la convivencia social; y dos, humanización de las consecuencias de la violencia, sin que ello signifique propiciar la impunidad o la desmemoria, pero sin que la no impunidad se confunda con la excepcionalidad ni con una carencia de generosidad propia del espíritu vengativo pero impropia del propósito de concordia. Si atendemos a los principios de Gesto, sólo cabe un futuro construido sobre bases éticas y democráticas, y, en ese escenario, el reconocimiento de las víctimas y del daño causado, además de un requisito de justicia hacia las propias víctimas, es una necesidad social. Los valores que deben prevalecer son los del respeto a la libertad, al pluralismo y al derecho a la vida, y la defensa de esos valores sólo es admisible desde la estricta legalidad. Esperemos que nunca más sea necesario gritar en silencio a favor de estos valores.

El Correo eta Diario Vasco egunkarietan 2012-02-10ean argitaratua.
Partekatu - Comparte:
  • Print
  • Add to favorites
  • del.icio.us
  • Facebook
  • Twitter
  • Google Bookmarks

Acerca de Patxi Baztarrika

Patxi Baztarrika Galparsoro (Ataun, 1958). Filosofia eta Hezkuntza Zientzietan lizentziatua UPV-Euskal Herriko Unibertsitatean. 2005etik 2009ra eta 2012tik 2016ra, Eusko Jaurlaritzako Hizkuntza Politikarako sailburuordea. NPLDko presidentea 2015-2017ko tartean. Lehenago, eta gaur egun, Andoaingo Udaleko Euskara Zerbitzuaren arduraduna teknikari lanetan. Besteak beste, 'Babeli gorazarre' liburuaren egilea (2010).
Esta entrada fue publicada en Idatziak-Articulos. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.