El tablero político vasco tras las elecciones es muy distinto al de España. Aquí no ha funcionado el bipartidismo, y ninguno de los dos partidos estatales ha rozado siquiera la victoria, por más que las elecciones generales siempre sean las más difíciles para los partidos nacionalistas, y estas lo eran particularmente para el PNV. Las elecciones –las primeras tras el cese de la amenaza terrorista– las ha ganado el PNV en número de votos y Amaiur en escaños. Por primera vez en unas elecciones generales, las opciones nacionalistas han superado a las de ámbito estatal, y de manera inapelable, en una relación de 11-7 en la CAV. Además, y a diferencia de España, aquí las elecciones no han sido un punto de llegada, sino el inicio de la segunda parte de un partido que culminará en las elecciones autonómicas, que articularán de manera más estable la recomposición del mapa político vasco con presencia de todas las sensibilidades ideológicas tras el final de la actividad de ETA.
En Euskadi la ciudadanía no se ha sentido en la necesidad de elegir entre Rubalcaba y Rajoy. Entre otras cosas porque seguramente tampoco ha observado diferencias sustanciales entre ambos a la hora de abordar las dos cuestiones centrales, junto con la construcción de la paz justa y la convivencia, de la nueva legislatura: la respuesta a la crisis y el desempleo y la organización territorial de España.
El PNV ha logrado sus dos objetivos: ser la primera fuerza y contar con grupo propio, lo cual se antojaba difícil por el simple hecho de que la presencia de Amaiur suponía una merma en la cantidad de escaños accesibles para los demás partidos. En Gipuzkoa ha aguantado el empuje de Amaiur, lo cual no era fácil, y en Araba ha retrocedido hasta la cuarta posición. Son los excelentes resultados de Bizkaia los que apuntalan su primacía. Urkullu ha puesto un broche de oro a sus primeros cuatro años al frente del partido, fortaleciendo su liderazgo orgánico y social. Creo que la evolución electoral de los diferentes territorios, incluidos los resultados de Geroa Bai en Navarra, ofrece pistas sobre la vía más eficaz para que el PNV se fortalezca en Gipuzkoa y Araba: subrayar su perfil propio y diferenciado, caracterizado por el gradualismo frente al rupturismo y unilateralidad de otras opciones, y capaz de concitar consensos básicos entre los diferentes agentes del tablero político, ensanchándose hacia sectores diversos que buscan referencias seguras. Y el PNV seguirá siendo la principal referencia vasca en Madrid, con Rajoy necesitado de grandes acuerdos. Conviene recordar que Amaiur ha anunciado que va a Madrid en jornada reducida y a media pensión.
Amaiur ha ganado en número de escaños, aunque el PNV le haya aventajado en casi 40.000 votos. Su campaña ha contado con varios apoyos externos: el anuncio del cese definitivo de ETA hace un mes y el monólogo en forma de entrevista publicado en plena campaña. Es evidente su solidez guipuzcoana, pero no ha logrado lo que pretendía con la suma de Aralar y Bildu: superar al PNV en número de votos. Han sido significativos los insistentes llamamientos efectuados en la última semana de campaña a votar en unas elecciones en las que, hasta ahora, participar era signo de “traición y colaboracionismo”. Había que ganar. Pero la suma con Aralar no ha funcionado ni en la CAV ni en Navarra. El magnífico resultado de la coalición de Zabaltzen y PNV, encabezada por Uxue Barkos, señala ya los límites de la estrategia frentista de “acumulación de fuerzas” de Amaiur frente a la estrategia de “ensanchamiento” de Geroa Bai. El escaño de Amaiur queda minimizado por el de Barkos, máxime cuando en Amaiur se habían reunido nada menos que la izquierda abertzale tradicional y los dos principales partidos de Nabai, EA y Aralar. Posiblemente a estas horas más de uno piense en Aralar que ha sido cuando menos precipitada la decisión de menospreciar Nabai y optar por Amaiur. Tras estos resultados parece aún más claro que la izquierda abertzale tradicional engullirá a cuantos se acerquen a Amaiur.
En Navarra, la supresión de la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución tendrá que esperar a mejores tiempos. Por su parte, el PP y UPN se han estancado, y el PSN ha obtenido el peor resultado de unas elecciones generales, aun formando parte del Gobierno o precisamente por eso. Creo que el futuro del actual Gobierno UPN-PSN formará parte de las cuestiones que se irán aclarando en los próximos meses.
La espectacular debacle del PSE ha sido mayor aún que la sufrida por el PSOE en España. La lehendakaritza no le ha servido para atenuar la derrota. El pretendido “tirón Elorza” ha resultado fallido. Y el PP, aunque Basagoiti se afane en presentar como propia la victoria de su partido en España, en Euskadi se ha atascado y ha retrocedido, no en votos, pero sí en posición política y electoral, y parece claro que su apoyo a López le ha pasado factura en favor de UPyD.
Tenemos, en definitiva, un Gobierno y un Parlamento vasco seriamente debilitados por su creciente falta de correspondencia con la realidad social, política y electoral del país. Y es un grave problema, porque la magnitud de los retos inmediatos obliga a contar con un Gobierno y unas instituciones fuertes y capaces de acordar. Solo así va a ser posible abordar con seriedad la cruda crisis económica y la crueldad del paro, la construcción de una paz justa y una convivencia sólida, la participación directa en el resurgir de una nueva idea de Europa o en una nueva articulación territorial de España. Pero, en el corto plazo, no preveo modificaciones en el calendario electoral: el Gobierno Vasco durará lo que el PP quiera que dure.
En el inicio de la segunda parte del partido todo apunta a que la pugna por la lehendakaritza será entre PNV y Amaiur, con las opciones estatalistas en continuado descenso, pero también a que el futuro político vasco y sus alianzas será mucho más abierto que en el pasado inmediato y en el presente. Aquí queda partido.
El Correo // Diario Vasco: 2011-11-22 http://www.diariovasco.com/v/20111122/opinion/articulos-opinion/euskadi-partido-20111122.html